Nuestra mente occidental se rige por el tiempo que vale oro: años escolares, tiempos laborales (turnos de trabajo, pago por honorarios), cotizaciones para jubilación, tiempo para pagar una hipoteca; negociaciones bancarias en tiempo para saldar una deuda… los cierres de tiempo marcan simbólicamente que podemos controlar ciclos: Año Nuevo y sus ritos del calzón rojo y las uvas. Pero hay años, donde el tiempo va más allá de lo que hemos planeado y el tema de las desgracias nos ronda en la cabeza con el concepto de la Muerte, como un tiempo de pérdida o trascendencia.
Para salirnos de este ciclo de medidas de tiempo en relación con el dinero (utilidades, pagos, intereses, descuentos y pagos a meses sin intereses) el lector debe mirar las otras formas en que el tiempo es medido tanto por culturas originarias ancestrales y por la literatura. Antes, en el mundo de las mitologías, la función del Monstruo era custodiar los tesoros de los mundos divinos, ¿cuáles eran esos tesoros? La Inmortalidad, el poder del Tiempo, la eterna belleza y juventud. Con estos valores nos damos idea de que no sólo se busca el oro de la riqueza; Midas fue castigado por su codicia convirtiendo el oro todo lo que tocaba, incluso lo vital que son los alimentos. En ello subyace la idea de que las funciones orgánicas no tienen precio: la capacidad de dormir y soñar; de alimentarse y digerir, de defecar; vital es respirar y contemplar los procesos de vida como el paso de las estaciones, unidos a nuestras emociones y sentimientos. Ello es el verdadero tesoro.
Una escritora ilustre mexicana, Elena Garro, hace gala en su narrativa de ficción con el tema de un tiempo surrealista en “La culpa es de los tlaxcaltecas” donde una mujer de alta posición económica, confidente de su nana y cocinera indígena, le avisa que se va a buscar a su otro marido, el verdadero… La señal del cambio de los tiempos son unos coyotes, que abren el portal hacia la caída de la gran Tenochtitlan, donde su esposo herido, en medio de la lucha, la busca aún en su traición de sus saltos en el tiempo; era tlaxcalteca.
Sin duda Elena Garro muestra en su relato el surrealismo; ese viaje al inconsciente que se desdibuja en nuestra protagonista con sus rasgos de dolor que no distingue un dolor antiguo, mesoamericano, más allá del tiempo y el espacio, o el vacío de mujer burguesa, sola, arropada por su nana. La pérdida y la traición es un continuum que rompe lo ordinario y permite a nuestra protagonista resolver la herida. Qué mayor alegoría de hacer frete al conflicto que la caída de la Gran Tenochtitlan y el sometimiento de los pueblos indígenas.
Queda la sensación con el relato de Garro, de que la sombra de muerte que fue la Conquista española, hace 500 años, estuviera presente, reconstruyendo las líneas de conflicto que quedaron heridas de muerte en los campos de batalla. Así mismo, deja abierta la pregunta de qué ¿Si uno pudiera viajar en el tiempo, puede dejar fuera las emociones, sensaciones y heridas que cargamos? O esas heridas, son la misma puerta en el tiempo; dejo la incógnita en “La culpa es de los tlaxcaltecas”.
Pero la escritora mexicana no es la única, que, en su asombro de los saltos en el tiempo, nos hace mirar otra cosmovisión: la indígena mesoamericana. Si por algo se caracterizan los pueblos de la memoria antigua es por la cuenta del tiempo. Es tan importante la cuenta del tiempo, que de ello dependía la fundación de las ciudades, como un cosmograma de la Vía Láctea. De ello también se hizo partícipe el creador de Rayuela.
Piezas históricas y antropológicas de la cuenta del tiempo son la Piedra del Sol y la construcción de las pirámides; signos referenciales que buscan, matemáticamente, sincronizar el ciclo del movimiento estelar, en relación a las cosechas, y la posición de los astros; pero hay una búsqueda más allá que lo ordinario de los ciclos del tiempo; ellos buscaban los signos aciagos y el tiempo oscuro o devastador que hacen de la vida, una incertidumbre: la pérdida de cosechas, el cambio del clima.
Si pudiéramos hacer un paralelismo literario; los eclipses, son comas, puntos y aparte, paréntesis. Hay más signos: el tránsito de Venus, el movimiento de la Vía Láctea, los movimientos lunares, la posición de las Pléyades. Un relato de que mirar el tiempo hacia las estrellas, es contemplar el pasado y todos los futuros probables.
El gran cronopio, el escritor argentino Julio Cortázar, en su relato “La noche bocarriba” nos lleva de París, a la noche de los tiempos mayas… hay un accidente de bicicleta, y en los delirios del hospital, este hombre cosmopolita corre por su vida en la selva hasta que ha sido esclavizado… le sacarán el corazón. Los tiempos se interrumpen, el hombre abre y cierra los ojos y a cada parpadeo, viaja del hospital parisino con agua embotellada, hasta la presencia del sacerdote, frente al eclipse que lo sacrificará. El medidor de ambos tiempos es la ansiedad del protagonista, con el pulso de muerte, de que a cada suspiro el eclipse se consumirá, devorando el sol. Una terrible analogía, de que nadie escapa al destino de los astros y a su movimiento implacable.
Del relato de “La noche bocarriba”, surge la figura del sacerdote maya, el que es conocedor de la escritura antigua, y de la cuenta matemática; el hombre que es capaz de viajar al árbol, del Xibalba, a la esfera sagrada:
“Cuando el mundo fue creado, se puso un pilar en el cielo. . . que era el árbol blanco, de la abundancia al norte, después, el árbol negro de la abundancia fue puesto al oeste… Después, el árbol rojo de la abundancia fue puesto al este. . . Después el árbol amarillo de la abundancia fue puesto en el sur. . . Después el gran árbol verde (Ceiba) de la abundancia fue puesto en el centro”… Chilam Balam[1] »
Quizá Cortázar nos deja entrever que estos tres mundos son parte del Gran Árbol Cósmico que también es un mapa, un axis mundo; este árbol es la vía que comunica y entrelaza todo lo que existe, conectando los diferentes niveles cósmicos, ¿Qué es un ser humano ante tal prodigio? ¿Desearía un ser humano convertirse sólo savia, para alimentar el mencionado árbol cósmico?
Dice David Stuart, estudioso del arte maya que “descrito como acto de « creación ». El sacrificio de prisioneros recreaba el complejo de mitos que permitía el establecimiento de un orden cósmico y fue clave en la ideología de los señoríos mayas”[2]. Difícil comprender que ser sacrificado representa sostener la sincronía del universo. Difícil referir que es con el corazón, sangre y entrañas que se accede a una inmortalidad mitológica.
Por lo anterior, “La noche bocarriba” es implacable, cuando se trata de romper, como la respiración, el final que está ligado al altar de los sacrificios perpetuo, que ni París, ni la modernidad, pueden salvar al protagonista.
Siguiendo este hilo conductor de los saltos en el tiempo, un relato mágico y surrealista mexicano de Elena Garro nos hace descubrir al amo de los tiemperos, el famoso Don Flor, un brujo de pueblo que tiene encarceladas a siete mujeres en una serie de cuartos que representan el lunes, Martes, Miércoles… y así sucesivamente. La voz narrativa la llevan dos niñas, inocentes, que frente a la eternidad de sus juegos en las tarden de canícula, buscan conversar, cómo lo hacen los niños, que sólo juegan, y con su risa sostienen la paz del momento.
En éste cuento, se nos deja ver llegar a esos lares polvoso y abandonados, gente de mucho dinero que va a pagar a Don Flor para que castigue a un día determinado, el día de su desgracia. Es de hacer notar que, en la cuenta del tiempo maya, ellos buscaban los días aciagos. Y el guiño literario al concepto de brujería, es castigar los días aciagos. El brujo Don Flor es un machista de busca dominar, golpear, latiguear la personificación de cada día hecho mujer hasta que se retuerzan las consecuencias de cada acto humano. Es brillante cómo Elena Garro vuelve a la mujer un punto de cambio mítico para afectar el destino/tiempo de cada persona… Un cuento que permite muchas lecturas y nos hace vislumbrar el oscuro mundo de los brujos mexicanos, en “La semana de colores”[3].
Si algo nos ha dado a pensar en esta sucesiva cuarentena interminable, es que el Tiempo es un suceso que se mueve con los astros, y que seguimos aquí bajo la luz de estrellas que han sido. Ello nos puede dar la sabiduría del Instante, como punto de partida para descubrir la existencia. Así, existe toda una filosofía, de Gastón Bachelard[4], que aborda, el precioso momento luminoso que nos puede llevar a conocer la eternidad. Veamos todos los ángulos a éste 2021 y saltemos a nuestro propio árbol ceiba, que habita el corazón, más allá de la ansiedad de los días aciagos.
[1] LIBRO DE CHILAM BALAM DE CHUMAYEL, Traducción del maya al castellano Antonio Mediz Bolio, Prólogo, introducción y notas Mercedes de la Garza, Secretaría de Educación Pública (CULTURÉ), Cien de México, 1988.
[2] Stuart, David, “La ideología del sacrificio entre los mayas”, Arqueología Mexicana 63, pp. 24-29.
[3] “La semana de colores” fue editada por la Universidad Veracruzana en 1964, y contiene “La culpa es de los tlaxcaltecas”, el cuento más reconocido de Garro, considerado uno de los pilares de la cuentística mexicana del siglo XX.
[4] Bachelard, Gaston, LA INTUICIÓN DEL INSTANTE FCE, México, 2019, 135 Páginas